Nueva versión modificada de Tipo de Narrador, Tiempo de la Narración y Perspectiva.
Hombres
dignos de fe me contaron (pero Alá sabe más) que hay un rey de las islas de Babilonia
que se ha reunido con sus arquitectos y magos y les ha solicitado que
construyan un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se
aventuren a entrar, y que los que entren
se pierdan. Esa obra será un escándalo, porque la confusión y la maravilla son
operaciones propias de Dios y no de los hombres. En los próximos días viajaré y
visitaré a este rey.
Llego
a la corte del rey de Babilonia y me invita a penetrar en su laberinto, estoy
vagando afrentado y confundido porque no encuentro la puerta del regreso, ya
está declinando la tarde. Me desespero, imploro socorro divino y, al fin, doy
con la puerta. Salgo y no me quejo, le comento al rey de Babilonia que en
Arabia tengo otro laberinto y, que si Dios es servido, se lo dará a conocer
algún día.
Regreso
a Arabia, junto mis capitanes y mis alcaides y estrago los reinos de Babilonia
con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompo sus gentes y hago
cautivo al mismo rey. Lo amarro encima de un camello veloz y lo llevo al
desierto. Cabalgamos tres días, y le digo: “Oh, rey del tiempo y substancia y
cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con
muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te
muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forjar, ni
fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso”. Luego, le desato
las ligaduras y lo abandono en la mitad del desierto donde morirá de hambre y
de sed. La gloria sea de aquel que no muere.
2 comentarios:
aholaa...muy bueno el cuento...y también tu reescritura....cariños
Genial este cuento, parece salido deLas mil y una noches!
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