Uso de la lengua
entre lo analógico y lo digital
El
presente trabajo se centra en la reflexión en torno a los usos de la lengua en
contextos analógicos y digitales. Para ello me basaré principalmente en el
artículo de Daniel Cassany “De lo
analógico a lo digital. El futuro de la enseñanza de la composición” y en
el estudio de Daniel Cassany y Gilmar Ayala “Nativos e inmigrantes digitales en la escuela” y anexaré a autores
reconocidos en el tema como Roger Chartier y José Antonio Millán. Las preguntas
que guían este informe buscan determinar los condicionantes que imponen las nuevas
tecnologías de la comunicación a los usos del lenguaje y de qué maneras estas
influyen en la educación.
Si hacemos un recorrido histórico
referido a la comunicación y su desarrollo notamos que el lenguaje verbal y la
invención de la escritura propiciaron la organización de las comunidades
humanas. En el siglo XX, el auge de la tecnología y de los medios de
comunicación acrecentó la comunicación entre comunidades de cualquier edad. En
el siglo XXI el soporte digital está presente en todos los lugares del mundo y
ha revolucionado todo lo concerniente a la comunicación humana. De esto se
deriva, que la cultura digital ha ido ocupando espacios y, en consecuencia, ha
convivido y, a veces, desplazado el soporte analógico y tradicional.
Cassany, Ayala y Chartier coinciden en que estamos frente a cambios
sustanciales e importantes en las formas de crear, acceder, construir y difundir la información y el conocimiento.
Estos cambios afectan indefectiblemente la actividad escolar.
Por
un lado, el soporte digital posibilita
la creación de grupos virtuales con diferentes características que producen
verdaderos intercambios culturales impensados en el soporte analógico. Por otro
lado, en los ámbitos educativos, somos testigos y protagonistas de los
múltiples cambios en la manera de leer y escribir que estos artefactos
tecnológicos crean. Los usuarios de las nuevas tecnologías cuentan con nuevos códigos y canales comunicativos,
lenguajes y formatos, diferentes a los analógicos, que conforman un
“poderosísimo sistema multimedia de representación y comunicación de datos”[1].
No
se puede soslayar la modificación que se produce en la organización del
discurso, ya que el soporte digital rompe con la linealidad del mismo y se basa
en la hipertextualidad entendida como
la posibilidad de leer un texto haciendo múltiples conexiones con otros textos.
En consecuencia, se produce un cambio en el lector, quien deja de ser un lector
pasivo para desarrollarse como un lector activo, responsable de su propio recorrido,
que debe buscar, rastrear y seleccionar datos en la red.
Como
se dijo anteriormente, se presentan cambios también en la manera de escribir.
La gran cantidad de recursos lingüísticos presentes en la web favorecen el
aprendizaje autónomo, contrario al aprendizaje de la escritura analógica, que
necesita de una interacción presencial. Además,
debemos incorporar el concepto de multimodalidad
para dar cuenta de que los documentos hoy son discursos complejos que
involucran en su producción no solo palabras sino también sonidos, imágenes,
videos, etc., y así, construyen y difunden el conocimiento. De esta manera lo
analógico y lo digital conviven y se complementan.
Resulta
pertinente a esta altura del trabajo citar las palabras de Roger Chartier,
cuando manifiesta que: “La revolución digital de nuestro presente modifica todo
a la vez, los soportes de escritura, la técnica de su reproducción y
diseminación, y las maneras de leer. Tal simultaneidad resulta inédita en la
historia de la humanidad.”[2]
Con los cambios expuestos hasta el momento, se añade un nuevo ámbito a la
alfabetización tradicional y funcional: el digital o también llamada por otros
autores como alfabetización tecnológica.
Es
cierto que los jóvenes y los adultos comparten la misma tecnología, pero la
utilizan de manera diferente. Así se hace una distinción entre los nativos
(jóvenes y niños) que utilizan los artefactos tecnológicos con total
naturalidad, y los inmigrantes digitales (adultos) que necesitan de una
enseñanza formal para adquirir las habilidades y técnica digitales, y que si no
lo hacen entrarían a formar parte de la nómina de los llamados analfabetos tecnológicos. En reiteradas ocasiones esta brecha
generacional trae como consecuencia que lo que se enseña o la manera de enseñar
de la escuela resulte poco significativa en la vida de los alumnos.
Las nuevas tecnologías de la comunicación modifican de manera sustancial
los usos del lenguaje, en la manera de recibir o emitir mensajes, en las
maneras que tienen de relacionarse jóvenes y adultos. La escuela no puede quedarse como un simple
espectador ante este conjunto de variables. Por el contrario, tiene la
obligación y la necesidad de adecuarse, indagar, compartir, abrirse a estos
cambios. Por eso, las palabras de Cassany y Ayala resultan las indicadas para
concluir este informe: “Las TIC están aquí; los nativos digitales, también, y
no paran de empujar.”[3]
[1] Daniel, Cassany: “De lo analógico a lo digital. El futuro de la enseñanza de la composición” Lectura y Vida, 21/4, 2000, p5.
[2] Roger, Chartier: “Aprender
a leer, leer para aprender”, en: Millán, José Antonio (coord.), La lectura
en España. Informe 2008: Leer para aprender, Madrid, Fundación Germán
Sánchez Ruipérez y Federación de Gremios Editores de España, 2008, p.34.
[3] Daniel Cassany, Gilmar Ayala:
“Nativos e inmigrantes digitales en la escuela”, CCE Participación Educativa,
9,2008, p. 69.
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